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El pensamiento de estos seres se había nutrido de ellos mismos. Experiencia sobre experiencia, vivencia correlacionada con vivencia.

Al no poder alimentarse de su centro, se independizaron de él y se convirtieron en sus propios pensamientos. Recordemos que, cuando el creador los creó, infundió en sus cristales su propio ser. Eran hijos del Principio Único, por lo tanto cada uno de ellos era una mente, y la unión de millones de mentes diseminadas en el Universo sutil y denso formaron la mente universal.

Los hijos-pensamientos de la luz quisieron alejarse más, pero no pudieron: la lejanía de su centro les producía serios trastornos. Comenzaron a debilitarse; sus pensamientos no coordinaban, sus colores se opacaban, el ritmo disminuía. Asustados, tomaron el camino de regreso. Cuando llegaron y se nutrieron de su centro, se restablecieron totalmente. Supieron así que nunca podrían separarse de su creador, y que este significaba para ellos la vida. Cuando llegaron a su realidad de luz, comunicaron a los otros todas las experiencias y vivencias, aumentaron sus conocimientos y entendieron que ellos también eran la mente. A diferencia de los otros, ellos no se alimentaban de sus propios pensamientos: ellos eran ideas-pensamientos. Al estar cerca del creador y ser los encargados de la creación, eran creadores de ideas, y los demás, procreadores de pensamientos. Concluyeron que necesitaban de los pensamientos para crear más ideas, pues los pensamientos eran la materia prima para que la idea se realizara. Ese proceso lo llamaron retroalimentación y funcionaría así: 12

Los seres de luz crearían ideas, y los demás se alimentarían de ellas, las ejecutarían y plasmarían, convirtiéndolas en pensamientos que, a su vez, retroalimentarían a las ideas, y así infinitamente. Toda esa deducción era maravillosa, solo que ellos no contaron con que, cuando la idea fuese convertida en pensamiento y este estuviera diseminado en el todo, cada realidad la comprendería conforme el grado vibratorio en que se encontrara. Eso significaba que, si llegaba a los confines del universo denso, la idea no sería entendida, desarrollada ni remotamente plasmada, y eso sucedería porque la idea no podía ser igual para todos: las realidades eran muy diferentes. Efectivamente, las ideas no podían proyectarse uniformemente. Entonces, los seres de luz entendieron que las ideas nutrirían solo a las realidades más cercanas a ellos; esas ideas se convertirían en pensamientos, serían desarrolladas en ese vasto universo, y luego regresarían convertidas en hermosos pensamientos, llenos de experiencias y vivencias, para continuar el ciclo de creatividad.

Los seres-pensamientos que se encontraban más alejados y densos pensaron que, así como ellos se nutrían de ideas de los seres de luz, también ellos podrían alimentar a aquellos que se encontraban en las realidades más densas, transmitiéndoles lo aprendido. De esa forma, las ideas podrían llegar lo más lejos posible, y así también recuperarían a sus hermanos perdidos en el universo.

Así lo hicieron: las ideas eran creadas por los seres-ideas-pensamientos de la luz y descendían poco a poco. Primero eran captadas por los grados más cercanos, los cuales las trabajaban, las transformaban, y por último, las entendían. Cuando llegaban al entendimiento, las emanaban a los otros grados, para continuar alimentando a la mente universal. Cada realidad que había trabajado la idea la compartía con el grado posterior; de esa manera, la idea no se distorsionaba y se adaptaba gradualmente, según las necesidades de su realidad. Percibieron que, de esa forma, la idea se desarrollaría con perfección. Solo que, cuando llegaba a la realidad densificada y petrificada, esta ni la captaba ni la absorbía: las ideas para esas realidades eran totalmente inservibles. Fue así como comprendieron que el Universo se dividía en
realidad superior y realidad inferior. Con ese conocimiento, el ser-pensamiento llegó a un entendimiento global de su realidad, sumado a los estudios profundos que realizaron. Así pudieron también ubicarse en la realidad de su existencia, y la vieron así:

El universo era circular. Lo dividieron en nueve dimensiones; cada una de ellas comprendía miles de millones de planos y grados. La diferencia entre ellas dependía del ritmo, color, forma, frecuencia, vibración, creatividad, etcétera. Sabían que en ese vasto universo se encontraban sus hermanos, diseminados en diferentes expresiones de existencia, como cristales-células, cristales-órganos, cristales-sistemas; unos adelantados en su conocimiento, otros muy atrasados, aquellos sutiles y otros burdos; todos hermanos.

A través de la emanación de ideas, la captación de ellas, su distribución, la conversión de ideas-pensamientos que alimentaban otros planos y graduaciones, el descenso y la subida de los pensamientos llenos de sabiduría, se puso en movimiento un mecanismo, una retroalimentación que jamás paró. La mente quería crecer a través de sus pensamientos. La sabiduría la nutrió, y ella se desarrolló como un bebé, que crece y da sus primeros pasos. Así, la mente desenvolvió sus propias características de carácter y personalidad.

Hoy en día, el todo, la realidad misma, está madura. Podemos decir que el conocimiento que contiene la mente universal está casi completo. Nada ha escapado, y para lograrlo necesitaron el orden. Sin este elemento, no lo hubieran conseguido. Mente y pensamiento, unidos a la energía, crearon a su hijo, llamado universo. Un hijo que ha respondido maravillosamente, un hijo que también ha crecido y se ha desarrollado tanto que hoy se puede considerar un hijo amoroso y responsable. 13

Sabemos, entonces, que todo se generó del Principio Único. ¿Cómo se generó? ¿Cómo creaba? ¿Qué son los elementos? Para entenderlo, tenemos que saber de qué estaba formado.

Dijimos anteriormente que su centro estaba lleno de miles de millones de cristales que se movían, chocaban entre sí y, cuando lo hacían, se producían descargas eléctricas, generando movimientos incontrolados y un calor muy intenso. Al principio, ese movimiento no era entendido. Los seres-ideas descubrieron que esos cristales, unidos a otros elementos, automáticamente se impulsaban, con lo cual surgían el movimiento, el ritmo, la vibración, la forma, el color, la frecuencia, etcétera. Entendieron que esas descargas eléctricas eran producidas por el núcleo de esos cristales, que emitía una frecuencia tan aguda y alta que se confundía con una descarga eléctrica. Esa frecuencia atraía los elementos, y esos, al unirse con otros, derivaban en movimientos. Ese núcleo fue llamado
nimeo. Llegaron a la conclusión de que el movimiento no se creó: existió siempre en el nimeo.

Los seres-ideas descubrieron también que toda la creación era formada de nimeos, y que era así como la vida se generaba. El nimeo sería conocido en el universo entero como la partícula más pequeña. Comprendieron también que todo lo existente tenía ese principio.

Continuando con las investigaciones, comenzaron a estudiar al cristal. Estos eran leves, parecidos a una esponja, de un tejido entrelazado y muy fino que formaba figuras geométricas; podríamos compararlos con las esporas. Cuando el deseo de los seres-pensamientos surgía, esos cristales-esporas-nimeos absorbían otros elementos que acompañaban ese deseo. El núcleo —o sea, el nimeo— se encargaba de mezclarlos y, dependiendo de la fuerza o intención del deseo, producía la fuerza de la descarga y, con ello, el resultado final del pensamiento. El nimeo poseía en sí mismo otros elementos que el Principio Único le había legado, como la
fusión, el sincronismo, la maleabilidad, el ajuste, la intercepción, la capacidad, el volumen, el peso, la compatibilidad, la duplicación, el nivel y otros más.

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