Una nueva realidad se había creado: el Principio Único había nacido, se había expandido y estaba creciendo.
En esa explosión, los seres-pensamientos de resultados positivos-útiles y negativos-inútiles también fueron lanzados, mas no todos llegaron a la misma distancia. Hubo algunos que se quedaron muy cerca del centro, otros a medio camino, y unos más se perdieron en el infinito de la creatividad. Miles de millones de seres-pensamientos diseminados en esa realidad desconocida formaron una nueva existencia. Aquellos que se encontraban cerca del centro comenzaron a girar alrededor de él atraídos por la fuerza gravitacional: giraban 9
acompasadamente a un ritmo cadencioso. Estos seres-pensamientos refulgían con la luz del centro, y sus colores se dispersaron. Esos cristales eran los diamantes más bellos y perfectos; no se habían deformado, conservaban la autenticidad de la creación. Otros, que se encontraban más lejos, deformaron un poco su realidad: poseían menos ritmo, los colores se encontraban ligeramente opacos y sus vibraciones emitían sonidos lentos y bajos. En medio de todo, esos cristales conservaban su origen y harían todo lo posible para mejorar sus condiciones. Mas aquellos que fueron lanzados muy lejos de su centro, de su creador, fueron los más afectados, porque llevaban consigo a los cristales compactados que, por su peso y densidad, fueron lanzados lo más lejos posible de su centro. Esos cristales compactados de inutilidad llegaron a distancias increíbles, tan lejos que, al faltarles la luz, el calor, el ritmo, la vibración y el color, se comprimieron, densificaron, petrificaron, solidificaron y enfriaron, creando así una nueva realidad llamada materia.
Esos cristales-materia no emitían absolutamente nada: se convirtieron en pensamientos estáticos, rígidos e inertes. Eran pensamientos aprisionados en la dureza de su existencia. En medio de ese caos y de esa explosión, cayeron en desgracia también muchos de los seres-pensamientos positivos y útiles, los cuales, junto con los negativos e inútiles, se amalgamaron y petrificaron, comprimiendo sus elementos, pero no sus pensamientos. En la densidad, esos cristales-materia fluctuaban en el espacio, chocaban entre sí, vagaban sin rumbo y sin conocimiento de su existencia.
Cuando los seres-pensamientos se densificaron, aparentemente retardaron el proceso de la enfermedad, porque ella no se manifestaba con la misma rapidez. Los elementos se conservaron estáticos por mucho tiempo, sin causar ningún malestar. Los seres-pensamientos densificados pensaron que estaban curados, mas no era así: la enfermedad negativa se encontraba dormida, esperando la ocasión propicia para manifestarse. Cuando lo hiciera, sería en peores circunstancias. Al encontrarse en esa realidad densa y oscura, los seres-pensamientos se durmieron y así estuvieron por tiempo indefinido. Hasta que un día comenzaron a sentirse atraídos por una fuerza gravitacional circular que los impulsaba a girar alrededor de un centro. Era el creador, que no los había abandonado: los estaba atrayendo. A pesar de la enorme distancia, no estaban solos. La fuerza de la supervivencia afloró, y con ello tuvieron la seguridad de que algún día regresarían a quien les dio la vida y la existencia.
Los seres-pensamientos densificados comenzaron a percibir un leve movimiento. Surgió un ritmo débil, una vibración que emitió un sonido casi imperceptible. Este activó los colores y, al hacerlo, las formas se fueron redondeando. No estaban perdidos: el Principio Único los estaba recuperando.
Los seres-pensamientos densificados comprendieron que solo uniéndose podrían regresar a su centro. Fue entonces cuando surgieron nuevos elementos, como la confraternidad, la unión, el trabajo en conjunto, la comunicación y la voluntad de realizarlo, y ese trabajo en conjunto estaba creando otro nuevo elemento llamado armonía. Unieron su conocimiento y entendimiento, comprendiendo que eran hermanos a pesar de las diferencias que los caracterizaban. Comenzaron a convivir, y ese esfuerzo de convivencia, hecho con paz y armonía, fue llamado amor.
La necesidad creó la forma. Los seres-pensamientos, alejados de su centro y atrapados en la densidad, comenzaron a sentir la necesidad de manifestarse. No podían lograrlo solo a través del pensamiento: tenían que plasmar lo pensado y deseado. Sabían que provenían de una realidad etérea, mental y sutil; al encontrarse en una realidad densa, tendrían que solucionar ese problema. A pesar de que esas energías-pensamientos densificadas se encontraban en una realidad adversa, no habían perdido sus facultades mentales. Sabían también que no era suficiente tenerlas: debían usar elementos nuevos que les permitieran continuar. 10
Investigando y analizando profundamente, descubrieron un nuevo elemento llamado signo que, unido a los otros, les permitiría formar moldes-necesidades. Así podrían plasmar las respuestas. Comenzaron las experiencias, utilizando los mismos métodos y técnicas que ellos conocían de la realidad sutil. Repitieron las mismas fórmulas, pero se encontraron con una sorpresa: las creaciones eran deformes, sin expresión ni sentido. Una y otra vez, inútil. Unían cristales de diferentes condiciones, pero nada. Los cristales chocaban entre sí, mas no emitían sonido ni vibración alguna. Definitivamente no estaban encontrando las respuestas en esas creaciones: la densidad no permitía la fluidez del pensamiento, y en esas condiciones no funcionaban. Eso era lo que ellos creían: no sabían que al estar en una realidad densa todo era lento. Lo que ellos no percibían era que el pensamiento en esa realidad tardaba, pero avanzaba, y tomaría forma en algún momento. Sus respuestas se moldearían según lo que ellos desearon, y se plasmaría en algún momento, según sus deseos mentales.
Volvamos al creador de todo lo existente. Si él era el centro y creaba los más diversos cristales y encargó a su hijo-pensamiento el trabajo de clasificarlos y ordenarlos, ¿cómo entonces ese centro no tuvo conocimiento de lo que iría a suceder? ¿Acaso él no percibía lo que estaba generando?
Él lo sabía, lo supo siempre. Cuando el Principio Único creaba y emanaba, estaba formando su cuerpo. Se estaba plasmando.
Él quería nacer, crecer y desarrollarse como un bebé en gestación, y lo hizo: se expandió en miles de millones de células que, al igual que él, se repitieron a sí mismas. Sus células-cristales llegaron a los confines del universo, y todos ellos fueron creados como un espejo, a imagen de su creador. Esos cristales-células se comenzaron a aglomerar, formando los órganos y sistemas, y todos ellos juntos se convirtieron en el cuerpo universal.
Hasta ahora, los hijos-pensamientos no saben a ciencia cierta de dónde proviene el Principio Único ni quién lo creó. Para que Él exista, debió haber otro principio que creó al anterior. Infinito sin principio ni fin.
Mientras tanto, los hijos-pensamientos que se encontraban en la densidad tuvieron que comenzar todo como si fueran un Principio Único, y entendieron que, cada vez que algo se creaba o comenzaba, lo debían considerar como un Principio Único. Debían reunir mucha información; sentían que tenían mucho que aprender, y que ese aprendizaje sería eterno.
Los seres-pensamientos que se encontraban más cerca del creador comenzaron a realizar estudios profundos sobre ellos y el entorno creativo. En primer lugar, percibieron que sus cristales, a pesar de esa tremenda explosión y del alejamiento de su centro, conservaban la nitidez, el ritmo, la vibración, la forma y los colores intactos; mas, a pesar de ello, sintieron que ya no eran los mismos. Algo había cambiado: notaron en sí mismos una diferencia. Su realidad anterior era interna; siempre estuvieron dentro del centro y ahora se encontraban fuera, girando alrededor de él. Llegaron a la conclusión de que, así como el Principio Único había nacido, ellos también habían nacido a otra realidad de existencia más concreta, libre y palpable. Estaban fuera del centro, lo que les permitiría moverse por el espacio. De esa forma, sus conocimientos aumentarían y podrían adquirir más experiencias y vivencias para que su sabiduría no tuviese fin.
Estudiaron su entorno y descubrieron que todavía se encontraban existiendo en la luz, y al estar dentro de ella, ellos eran la luz. A través de ella, por primera vez pudieron mirarse tal cual eran, percibieron sus propios colores y sintieron el ritmo y la frecuencia de su vibración. Sus cristales refulgían a través de la luz, cambiando los tonos según sus deseos. Cuando esta luz atravesaba sus cristales, ella se expandía o se retraía; el ritmo se prolongaba o se acortaba; la vibración aumentaba o disminuía. Así, pues, con esta correlación energética, ellos crearon una comunicación, un lenguaje, y le dieron nombre: símbolo. A través de las experiencias y 11
vivencias, estos símbolos se convirtieron en cristales-pensamientos de conocimiento y entendimiento.
De esta manera descubrieron que ellos eran creadores y emanadores de energía al igual que su centro pero, a diferencia del creador —que emanaba energía pura—, ellos emitían energía grabada. Entonces, llamaron al centro mente y se clasificaron como ideas-pensamientos.
La libertad que esos seres-ideas-pensamientos experimentaron les permitió viajar y alejarse de su centro, lo que hicieron cuando se sintieron más preparados y con más conocimiento. Fue la única forma que encontraron para descubrir la ubicación de su realidad.
Después de mucha investigación, estudio y recopilación del conocimiento y entendimiento de su realidad, llegaron a la conclusión de que querían conocer otras realidades. Para ello, necesitaban expandirse. Así pues, escogieron a un grupo entre ellos para realizar esa extraordinaria travesía. Emprenderían el viaje hacia rumbos desconocidos y se alejarían lo máximo posible de su centro, porque, al regresar, llegarían llenos de nuevos datos, experiencias y vivencias.
Llegado el momento, partieron. La expedición se fue alejando, conociendo lugares insospechados, pasando por mundos en los que sus hermanos —otros seres-pensamientos— se habían densificado. Estos se encontraban alejados de su centro, pero a pesar de ese alejamiento, se habían adaptado perfectamente al medio en que se encontraban. La alegría y el júbilo los embargaron: eran los primeros hermanos encontrados después de la explosión. Todos fueron muy bien recibidos y acogidos, y en esa convivencia aprendieron e intercambiaron mucho conocimiento.
Esos hermanos, esos seres-pensamientos, también existían en la luz, pero al encontrarse un poco alejados del centro, se habían desarrollado de un modo diferente, porque se habían adaptado a la realidad que les tocó vivir. Sus recuerdos conservaban aún la nitidez de su origen, mas como no continuaron alimentándose directamente del creador, tuvieron que retroalimentarse de sus experiencias y vivencias, formando así sus propios pensamientos. Al Principio Único lo recordaban como el creador amoroso y necesario, pero Él no se encontraba presente en sus vidas.
En esa explosión, los seres-pensamientos de resultados positivos-útiles y negativos-inútiles también fueron lanzados, mas no todos llegaron a la misma distancia. Hubo algunos que se quedaron muy cerca del centro, otros a medio camino, y unos más se perdieron en el infinito de la creatividad. Miles de millones de seres-pensamientos diseminados en esa realidad desconocida formaron una nueva existencia. Aquellos que se encontraban cerca del centro comenzaron a girar alrededor de él atraídos por la fuerza gravitacional: giraban 9
acompasadamente a un ritmo cadencioso. Estos seres-pensamientos refulgían con la luz del centro, y sus colores se dispersaron. Esos cristales eran los diamantes más bellos y perfectos; no se habían deformado, conservaban la autenticidad de la creación. Otros, que se encontraban más lejos, deformaron un poco su realidad: poseían menos ritmo, los colores se encontraban ligeramente opacos y sus vibraciones emitían sonidos lentos y bajos. En medio de todo, esos cristales conservaban su origen y harían todo lo posible para mejorar sus condiciones. Mas aquellos que fueron lanzados muy lejos de su centro, de su creador, fueron los más afectados, porque llevaban consigo a los cristales compactados que, por su peso y densidad, fueron lanzados lo más lejos posible de su centro. Esos cristales compactados de inutilidad llegaron a distancias increíbles, tan lejos que, al faltarles la luz, el calor, el ritmo, la vibración y el color, se comprimieron, densificaron, petrificaron, solidificaron y enfriaron, creando así una nueva realidad llamada materia.
Esos cristales-materia no emitían absolutamente nada: se convirtieron en pensamientos estáticos, rígidos e inertes. Eran pensamientos aprisionados en la dureza de su existencia. En medio de ese caos y de esa explosión, cayeron en desgracia también muchos de los seres-pensamientos positivos y útiles, los cuales, junto con los negativos e inútiles, se amalgamaron y petrificaron, comprimiendo sus elementos, pero no sus pensamientos. En la densidad, esos cristales-materia fluctuaban en el espacio, chocaban entre sí, vagaban sin rumbo y sin conocimiento de su existencia.
Cuando los seres-pensamientos se densificaron, aparentemente retardaron el proceso de la enfermedad, porque ella no se manifestaba con la misma rapidez. Los elementos se conservaron estáticos por mucho tiempo, sin causar ningún malestar. Los seres-pensamientos densificados pensaron que estaban curados, mas no era así: la enfermedad negativa se encontraba dormida, esperando la ocasión propicia para manifestarse. Cuando lo hiciera, sería en peores circunstancias. Al encontrarse en esa realidad densa y oscura, los seres-pensamientos se durmieron y así estuvieron por tiempo indefinido. Hasta que un día comenzaron a sentirse atraídos por una fuerza gravitacional circular que los impulsaba a girar alrededor de un centro. Era el creador, que no los había abandonado: los estaba atrayendo. A pesar de la enorme distancia, no estaban solos. La fuerza de la supervivencia afloró, y con ello tuvieron la seguridad de que algún día regresarían a quien les dio la vida y la existencia.
Los seres-pensamientos densificados comenzaron a percibir un leve movimiento. Surgió un ritmo débil, una vibración que emitió un sonido casi imperceptible. Este activó los colores y, al hacerlo, las formas se fueron redondeando. No estaban perdidos: el Principio Único los estaba recuperando.
Los seres-pensamientos densificados comprendieron que solo uniéndose podrían regresar a su centro. Fue entonces cuando surgieron nuevos elementos, como la confraternidad, la unión, el trabajo en conjunto, la comunicación y la voluntad de realizarlo, y ese trabajo en conjunto estaba creando otro nuevo elemento llamado armonía. Unieron su conocimiento y entendimiento, comprendiendo que eran hermanos a pesar de las diferencias que los caracterizaban. Comenzaron a convivir, y ese esfuerzo de convivencia, hecho con paz y armonía, fue llamado amor.
La necesidad creó la forma. Los seres-pensamientos, alejados de su centro y atrapados en la densidad, comenzaron a sentir la necesidad de manifestarse. No podían lograrlo solo a través del pensamiento: tenían que plasmar lo pensado y deseado. Sabían que provenían de una realidad etérea, mental y sutil; al encontrarse en una realidad densa, tendrían que solucionar ese problema. A pesar de que esas energías-pensamientos densificadas se encontraban en una realidad adversa, no habían perdido sus facultades mentales. Sabían también que no era suficiente tenerlas: debían usar elementos nuevos que les permitieran continuar. 10
Investigando y analizando profundamente, descubrieron un nuevo elemento llamado signo que, unido a los otros, les permitiría formar moldes-necesidades. Así podrían plasmar las respuestas. Comenzaron las experiencias, utilizando los mismos métodos y técnicas que ellos conocían de la realidad sutil. Repitieron las mismas fórmulas, pero se encontraron con una sorpresa: las creaciones eran deformes, sin expresión ni sentido. Una y otra vez, inútil. Unían cristales de diferentes condiciones, pero nada. Los cristales chocaban entre sí, mas no emitían sonido ni vibración alguna. Definitivamente no estaban encontrando las respuestas en esas creaciones: la densidad no permitía la fluidez del pensamiento, y en esas condiciones no funcionaban. Eso era lo que ellos creían: no sabían que al estar en una realidad densa todo era lento. Lo que ellos no percibían era que el pensamiento en esa realidad tardaba, pero avanzaba, y tomaría forma en algún momento. Sus respuestas se moldearían según lo que ellos desearon, y se plasmaría en algún momento, según sus deseos mentales.
Volvamos al creador de todo lo existente. Si él era el centro y creaba los más diversos cristales y encargó a su hijo-pensamiento el trabajo de clasificarlos y ordenarlos, ¿cómo entonces ese centro no tuvo conocimiento de lo que iría a suceder? ¿Acaso él no percibía lo que estaba generando?
Él lo sabía, lo supo siempre. Cuando el Principio Único creaba y emanaba, estaba formando su cuerpo. Se estaba plasmando.
Él quería nacer, crecer y desarrollarse como un bebé en gestación, y lo hizo: se expandió en miles de millones de células que, al igual que él, se repitieron a sí mismas. Sus células-cristales llegaron a los confines del universo, y todos ellos fueron creados como un espejo, a imagen de su creador. Esos cristales-células se comenzaron a aglomerar, formando los órganos y sistemas, y todos ellos juntos se convirtieron en el cuerpo universal.
Hasta ahora, los hijos-pensamientos no saben a ciencia cierta de dónde proviene el Principio Único ni quién lo creó. Para que Él exista, debió haber otro principio que creó al anterior. Infinito sin principio ni fin.
Mientras tanto, los hijos-pensamientos que se encontraban en la densidad tuvieron que comenzar todo como si fueran un Principio Único, y entendieron que, cada vez que algo se creaba o comenzaba, lo debían considerar como un Principio Único. Debían reunir mucha información; sentían que tenían mucho que aprender, y que ese aprendizaje sería eterno.
Los seres-pensamientos que se encontraban más cerca del creador comenzaron a realizar estudios profundos sobre ellos y el entorno creativo. En primer lugar, percibieron que sus cristales, a pesar de esa tremenda explosión y del alejamiento de su centro, conservaban la nitidez, el ritmo, la vibración, la forma y los colores intactos; mas, a pesar de ello, sintieron que ya no eran los mismos. Algo había cambiado: notaron en sí mismos una diferencia. Su realidad anterior era interna; siempre estuvieron dentro del centro y ahora se encontraban fuera, girando alrededor de él. Llegaron a la conclusión de que, así como el Principio Único había nacido, ellos también habían nacido a otra realidad de existencia más concreta, libre y palpable. Estaban fuera del centro, lo que les permitiría moverse por el espacio. De esa forma, sus conocimientos aumentarían y podrían adquirir más experiencias y vivencias para que su sabiduría no tuviese fin.
Estudiaron su entorno y descubrieron que todavía se encontraban existiendo en la luz, y al estar dentro de ella, ellos eran la luz. A través de ella, por primera vez pudieron mirarse tal cual eran, percibieron sus propios colores y sintieron el ritmo y la frecuencia de su vibración. Sus cristales refulgían a través de la luz, cambiando los tonos según sus deseos. Cuando esta luz atravesaba sus cristales, ella se expandía o se retraía; el ritmo se prolongaba o se acortaba; la vibración aumentaba o disminuía. Así, pues, con esta correlación energética, ellos crearon una comunicación, un lenguaje, y le dieron nombre: símbolo. A través de las experiencias y 11
vivencias, estos símbolos se convirtieron en cristales-pensamientos de conocimiento y entendimiento.
De esta manera descubrieron que ellos eran creadores y emanadores de energía al igual que su centro pero, a diferencia del creador —que emanaba energía pura—, ellos emitían energía grabada. Entonces, llamaron al centro mente y se clasificaron como ideas-pensamientos.
La libertad que esos seres-ideas-pensamientos experimentaron les permitió viajar y alejarse de su centro, lo que hicieron cuando se sintieron más preparados y con más conocimiento. Fue la única forma que encontraron para descubrir la ubicación de su realidad.
Después de mucha investigación, estudio y recopilación del conocimiento y entendimiento de su realidad, llegaron a la conclusión de que querían conocer otras realidades. Para ello, necesitaban expandirse. Así pues, escogieron a un grupo entre ellos para realizar esa extraordinaria travesía. Emprenderían el viaje hacia rumbos desconocidos y se alejarían lo máximo posible de su centro, porque, al regresar, llegarían llenos de nuevos datos, experiencias y vivencias.
Llegado el momento, partieron. La expedición se fue alejando, conociendo lugares insospechados, pasando por mundos en los que sus hermanos —otros seres-pensamientos— se habían densificado. Estos se encontraban alejados de su centro, pero a pesar de ese alejamiento, se habían adaptado perfectamente al medio en que se encontraban. La alegría y el júbilo los embargaron: eran los primeros hermanos encontrados después de la explosión. Todos fueron muy bien recibidos y acogidos, y en esa convivencia aprendieron e intercambiaron mucho conocimiento.
Esos hermanos, esos seres-pensamientos, también existían en la luz, pero al encontrarse un poco alejados del centro, se habían desarrollado de un modo diferente, porque se habían adaptado a la realidad que les tocó vivir. Sus recuerdos conservaban aún la nitidez de su origen, mas como no continuaron alimentándose directamente del creador, tuvieron que retroalimentarse de sus experiencias y vivencias, formando así sus propios pensamientos. Al Principio Único lo recordaban como el creador amoroso y necesario, pero Él no se encontraba presente en sus vidas.
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