AQUELLA HERMOSA ENERGIA
Dentro de la mente humana hay multitud de senderos a través de los cuales uno puede retornar a su pasado o encontrar la idea mental que le ayude a llegar a su destino. Ambas cosas, de conseguirse, pueden resultar muy interesantes, sobre todo si la persona que las busca, es lo que verdaderamente desea.
Un día de esos en los que uno necesita estar solo, aislado de su entorno porque los problemas y las personas le agobian, a eso de mediodía, cuando salía de mi trabajo, tomé la fuerte decisión de irme a pasar unas horas en la soledad del entorno de unas montañas próximas.
Caminé al menos, durante una hora. En el trayecto, se apoderó de mí una terrible sensación de soledad interior. Como si de una película se tratase, fueron pasando por mi mente sensaciones vividas y deseos reprimidos, todos ellos anteriores a ese momento.
Me di cuenta de lo vacía que puede resultar la vida de una persona si ésta no es capaz de salirse de la rutina de cada día. Lo duro que puede resultar encerrarse en sí mismo y no darle salidas a la mente que te permitan eliminar la negatividad acumulada durante la monotonía de ese quehacer diario. Tal vez al no hacerlo muchas personas, de forma inconsciente y poco a poco, esta misma rutina les va creando un estado anímico tan especial, que sin ellas darse cuenta acaba en depresión.
Tan absorto caminaba con mis pensamientos que cuando quise darme cuenta me encontraba llegando a las proximidades de un lugar muy especial: “La Cadira del Bisbe”, en Premià de Dalt. Al llegar allí, no vi a nadie y esto me agradó, pues en esos momentos deseaba estar solo.
Al mirar a mí alrededor sentí una ligera sensación de paz interior. Recuerdo que aquel hermoso árbol desprendía en esos momentos una ligera vibración electromagnética, circunstancia que yo deseaba para poder llegar al objetivo por el cual estaba allí.
A pesar de que el cansancio del viaje se dejaba sentir, esto no impidió que yo tuviese la imperiosa necesidad de realizar el que después sería para mí, un maravilloso “Viaje Astral” o tal vez, una dudosa conexión Ufológica.
Me senté en el suelo, estiré las piernas, apoyé la espalda en el tronco del árbol y de forma muy suave, cerré mis ojos. Estuve durante cinco minutos con la mente en blanco.
Fue una sensación muy agradable la que viví en esos momentos: ¡no sentía mi cuerpo!. Era como si formase parte del entorno y a la vez fuese algo gaseoso aunque muy condensado. Cuando más a gusto me encontraba sentí un ligero escalofrío, que me hizo padecer una angustiosa sensación de miedo y que me obligó a forzar la necesidad de abrir de nuevo mis ojos. Lo hice y quedé deslumbrado: ¡ya no estaba en aquel lugar!
Aquello era un hermoso valle, había una gran variedad de vegetación y al fondo, se divisaba un maravilloso lago azul. A un lateral de éste, había muchas casitas de diferentes formas geométricas, todas ellas de color blanco. Era de día o al menos, eso me pareció. Yo no soñaba, aquello era real. En esos momentos pensé: ¿qué narices hago yo aquí?
Me sentía tan a gusto que decidí avanzar por el Sendero que creí más idóneo para poder llegar a aquella especie de poblado. Más que necesidad, eran deseos de lograrlo, pues intuía que algo maravilloso me iba a suceder. A pesar de que no tenía ninguna prisa, seguí avanzando.
Esta experiencia parecía el sueño por el que toda mi vida había estado luchando por conseguir. En esos momentos no recordaba mi pasado, tampoco deseaba retornar. Según iba desplazándome notaba una curiosa sensación, era como si caminase junto a alguien.
Aunque esta situación me ocasionaba cierta incomodidad hubo algún momento en que intuí o creí ver caminando junto a mí la figura de una hermosa mujer. Seguí por aquel interminable Sendero hasta llegar al fin, a la orilla de ese maravilloso lago.
Inconscientemente me incliné con la idea de beber de aquellas cristalinas aguas.
No pude hacerlo, quedé petrificado: en la superficie del agua, junto a mi imagen se observaba la figura de una hermosa mujer. Ella debió darse cuenta de mi reacción de asombro, me invitó a levantarme y al hacerlo, ella besó mí frente.
Creo recordar que me dijo: “relájate, triste humano, yo soy aquella Energía a la cual en tu vida anterior, tú siempre buscaste. No temas, yo aquí jamás te haré daño, hace tiempo que esperaba tu llegada, hoy charlaremos”.
No sé si fue la gran sensación de paz interior que me produjo la gran profundidad de su mirada, aquel inesperado beso, o tal vez su presencia, que por unos instantes me hizo encontrarme tan bien, que en el fondo deseaba que aquel instante jamás se terminase.
Juntos reanudamos la marcha, lo hicimos avanzando por el lateral del lago. El Sendero era muy bonito, en un lado la vegetación y en el otro, sus cristalinas y tranquilas aguas.
Cuando faltaban unos cien metros para llegar al multi-geométrico poblado, mi acompañante me invitó a sentarme al lado de una especie de roca que había en el lateral del Sendero. Debimos estar en aquel lugar aproximadamente unos veinte minutos de nuestro tiempo. Instintivamente, los dos introdujimos nuestros semitransparentes pies en aquellas aguas.
Fue al notar el contacto de éstas cuando algo energéticamente misterioso invadió todo mi ser. Puedo asegurar que fue una rara sensación. Transcurridos unos segundos, cuando salimos de nuevo de esas cristalinas aguas me sentí muy relajado.
La mirada de aquella Energía era muy intensa, había algo en ella que me decía que tuviese cuidado. Ella sonreía y al hacerlo su rostro semitransparente desprendía una ligera luminosidad que a mí me agradaba.
No pude más y le pregunté:
¿Quién eres?
¿Qué haces tú aquí?
La respuesta se hizo eterna:
¿De verdad, no me conoces?
Eso que tú y yo acabamos de tener una experiencia. Ya hace algún tiempo que después de la tuya, yo tuve mi muerte física, allá en la Tierra, donde los dos deberíamos haber sido grandes amigos y nuestra amistad y sentimientos nos deberían haber unido hasta tal extremo, que de haber sido realidad, tú no te hubieses dejado morir. Si charlamos y aclaramos nuestros deseos y sentimientos, es esto lo que a partir de estos momentos, si tú lo deseas, es lo que nos va a permitir estar ya de nuevo eternamente juntos”, me respondió ella.
Yo me encontraba muy bien y fue tan relajante la sensación que experimenté al oír aquellas palabras, que en esos momentos por mi mente pasaron multitud de sensaciones positivas y negativas vividas con ese “Ser”.
Ella lo notó y yo observé que su rostro se entristecía y eso me hizo recordar de nuevo más sensaciones vividas juntas en nuestra vida física.
En esos momentos su situación y sus deseos me demostraban que en el fondo ella seguía siendo muy frágil, que tenía miedo y que deseaba convencerme, aunque yo en esos instantes la veía tremendamente fuerte, a pesar de que la expresión de su mirada era triste e impenetrable, sensación que ejercía sobre mí una fuerte atracción.
De forma mecánica nos levantamos y reanudamos nuestro lento caminar. En esos momentos nos sentíamos tan inmensamente tristes que esa situación nos generaba prisas y unas tremendas ganas de llegar a nuestro destino.
Al fin decidimos reanudar de nuevo nuestro lento caminar a través de aquel maravilloso Sendero. Al cabo de un buen rato llegamos al interior de aquel curioso núcleo de viviendas.
Debió ser el bullicio o unas risas lo que por primera vez me hizo sentir miedo, al menos yo lo noté. Aun así seguimos caminando durante un largo rato en todas direcciones con la idea fija de que de un momento a otro alguien saldría a recibirnos.
El lugar en sí resultaba poco atractivo pues no había vegetación, la distribución era algo monótona. De pronto ambos notamos unas raras vibraciones: era como si una “Fuerza Misteriosa” nos impulsara a dirigirnos hacia un edificio de forma circular con su parte superior acabada en pirámide.
En él no había puertas, las paredes interiores del círculo deberían medir unos trescientos metros de longitud y una altura aproximada desde el suelo al punto en el cual se juntaban los cuatro ángulos, formando el pico de la pirámide, de unos cincuenta metros. Las paredes interiores desprendían una intensa luminosidad y su contemplación nos producía fascinación y a la vez una ligera sensación de impotencia hacia lo desconocido.
El suelo del recinto estaba cubierto por una inmensa losa de mármol blanca en cuyo centro había una especie de gran anagrama. Inconscientemente seguimos avanzando hasta situarnos en el centro del recinto. Fue a partir de esos instantes que no volví a ver más a aquella Energía de mujer.
En una fracción de segundo noté una ligera sensación de vacío mental. Sin darme cuenta, instantáneamente aparecí en aquel mismo lugar sentado sobre una gran plataforma giratoria. Pasados los clásicos segundos que siguen a esa fascinación producida por la sensación de vivir de forma tan directa cosas desconocidas, así como el susto que esto te produce, decidí adaptarme a las circunstancias del momento y esperar a ver qué pasaba pues estaba convencido de que algo iba a suceder.
Aunque me sentía solo, estaba muy tranquilo. De pronto, en aquel lugar se produjo una impenetrable oscuridad y muy suavemente la plataforma comenzó a girar sobre sí misma, lo cual generó en mí una sensación muy especial, parecía como si viajara en aquel objeto a través del tiempo.
A mí no me agradaba que mis ojos permanecieran cerrados, e intenté abrirlos y fue al hacerlo cuando observé que las paredes inferiores del recinto se iluminaban y en ellas se iban reproduciendo escenas de mi vida real que cada vez se hacían más intensas y que incluso a veces desaparecían.
Era como si estuviese viviendo una película sobre mi propia vida. Comprendí que aquello no era ficticio, que según en qué circunstancias esto podía ser una amarga realidad.
Algo en mi interior se planteaba la posibilidad de permanecer eternamente en aquel lugar o retornar a mi realidad física. De hacer lo segundo, mi idea era regresar en un tiempo no muy lejano.
Mi decisión fue retornar. Capté a mí alrededor como si alguien o algo se entristeciera de mi repentina decisión. Aun así, el deseo de regresar fue superior.
Tal vez fue el ruido de unos críos o el propio miedo a no retornar, pero el hecho fue que al abrir de nuevo mi mente y mis ojos a la vida, me encontré sentado junto al tronco de aquel hermoso árbol.
Habían pasado unos treinta y cinco minutos, no estaba cansado y aunque el entorno no reunía las condiciones del otro lugar puedo asegurarte que encontrarme allí, me agrado.
Autor: Elías Robles (profesor Saile Selbor)
Mi reflexión: Al redactar esta narración he aprendido al leerme varias veces su contenido, y a que la vida de una persona puede carecer de valor e importancia, si nuestras experiencias en ella, no son el resultado de una larga y profunda meditación sobre el porqué de cada cosa.
Yo te diría que siempre que puedas y las circunstancias te lo permitan que reflexiones sobre ti mismo y veras como hay cosas muy curiosas e importantes en tu vida y sin embargo, la mayoría de las veces tu eres la última en darte cuenta del verdadero valor que cada una de ellas para tí tiene.
Lo que a mí más me ha agradado de esta experiencia mía, es que he sido capaz de vivirla multitud de veces y que cada vez que lo he logrado me he sentido más en armonía conmigo mismo y siempre he conseguido modificar o ver con algo más de claridad, las circunstancias y los hechos que en esta te he narrado.
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